Bernardo, el primer abuelo adoptado

Nunca sabes dónde puedes encontrar la inspiración y qué personas van a transformar por completo tu vida. En mi caso fue en una residencia de personas mayores. Bernardo me confesó que quería tener un nieto y yo le adopté como abuelo. Así comenzó nuestra historia.

Comencé a visitar a Bernardo cada semana junto a mi abuelo Clemente, y pronto cogimos mucha confianza. Cuando iba a la residencia, también estaba con otros muchos mayores que venían a charlar conmigo y a jugar al dominó. Entonces pensé que podría haber más jóvenes que también quisieran adoptar un abuelo, porque en la residencia había muchos mayores que querían hablar.

Así que un día llevé a la residencia a mi amiga Verónica y le presenté a Rosario para que se conocieran. Tras unas semanas de compañía ya eran abuela y nieta, así que el experimento funcionó. Se lo conté a Bernardo muy emocionado y pensé en conectar a más personas mayores con jóvenes.

Me emocionaba con cada visita y pensé que otros jóvenes podrían hacer lo mismo, así que lancé una web para ver si otros jóvenes también querían pasar tiempo con personas mayores. Mi sorpresa fue inmensa cuando vi que se habían registrado más de 100 personas. Se lo conté a Bernardo y le dije que fundaría una organización social que conectara generaciones.

El programa fue muy bien y lo abrimos en muchas ciudades. Cada apertura era diferente y muy especial. Un tiempo más tarde dejé mi empleo para hacer crecer el proyecto. Recuerdo cuando se lo dije, Bernardo se asustó por mi futuro y me recomendó que volviera a mi trabajo, pero yo lo tenía claro y quería intentarlo.

Al comienzo fue muy duro porque no tuve apoyos, tuve que vender mi coche, pedir un préstamo y dejar mi piso para volver a casa de mis padres, pero tenía claro que tenía que salir adelante. Hoy son miles las personas que han pasado por Adopta Un Abuelo y que, gracias a la inspiración de Bernardo, han conocido a sus abuelos en más de 50 ciudades.

Bernardo siempre me decía que no sabía qué había visto en él, no entendía cómo podía inspirar a un chico con estudios, ya que él era un humilde carpintero. Yo siempre le decía que le veía como un ejemplo de valores y que me había enseñado mucho más que cualquier universidad. Esto lo sigo pensando a día de hoy.

Solo tengo palabras de agradecimiento y gratitud para la persona que ha transformado mi vida. Espero poder impactar tan positivamente en la vida de alguien como tú lo has hecho en la mía.

Gracias por transformar e inspirar a miles de jóvenes y ser un referente de valores como la humildad, la generosidad y la integridad. Espero que dentro de 60 años me adopten a mí y que pueda transmitir toda la sabiduría y valores que tú me has enseñado a mí.

Si estás leyendo estas líneas, te animo a que pases tiempo con una persona mayor. No solo se trata de acompañarles, sino de recuperar el valor y la dignidad que estos maestros de vida merecen.

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